miércoles, 27 de diciembre de 2023

Es solo un gato.

 -¡Es solo un gato!- me decían. Y claro que tenían razón. Era un simple gato que un día llegó a mi vida, aún recuerdo ese día que, jugando con mis hermanos en el campo que estaba cerca del río, escuchamos un pequeño maullido entre las raíces de un árbol muerto. La curiosidad nos llamó y nos acercamos a ver una bolsa negra amarrada que se movía. Nos dió tanta rabia darnos cuenta que había personas sin corazón, ¿cómo podían dejar un animalito bebé en esas condiciones para que muriera?


Es un simple gato. Un simple gato que llevamos a casa, y nos turnábamos para cuidarlo en el “túnel” (un pasillo que conectaba los dos patios) mientras hacíamos acto de presencia dentro de cada para que mi papá no sospechara nada. Un simple gato que mi papá escuchó maullar, salió sigilosamente y nos cachó con el felino entre nuestros brazos mientras estábamos escogiendo un nombre. -¡No, no, no! ¡Yo no quiero gatos aquí! - dijo con enfado, - ¡Regresenlo de dónde lo trajeron!- Le contamos a papá cómo fue que lo encontramos, y a regañadientes nos dejó quedarnoslo.


-¡Es solo un gato!- seguía escuchando. Un gato que jugaba con nosotros, al que vimos crecer, el que había travesuras que primero hacían revisar a mamá y después se reía divertida cuando recordaba el hecho. Un simple gato que era un integrante más de nuestros juegos. Podía transformarse en un monstruo, que destrozaba ciudades y cazaba víctimas que huían desesperadas por sobrevivir. Otras veces era un bebé al cual debíamos cuidar, arrullar y darle los cuidados como si fuera hecho de cristal. En ocasiones llegamos a ir al Amazonas y encontrar una nueva especie de animal que solamente nos miraba y ronroneaba mientras nosotros caminábamos con sigilo para que no nos fuera a comer. Algunas veces era el señor de la tienda, a quien le comprábamos galletas, vasos de leche y otra cosa que se nos antojara tomar de la cocina. Un gato diabólico que con su maullido abría los portales del infierno de tan feo que maullaba.


Un simple gato que creció junto a nosotros, que vió como dejamos atrás nuestra infancia; un gato quien fue un paño de lágrimas cuando mi hermana rompió con su primer novio; un gato que recibió la alegría de mi hermano por quedarse en la prepa que había escogido, un gato que terminó haciéndome compañía y dormida conmigo cuando mis hermanos extendieron las alas y se fueron del nido. Un gato que, al inicio con curiosidad, se acurrucaba, ronroneando, junto al primer nieto de mis padres cada que lo escuchaba llorar.


Un gato que era un amor y siempre te buscaba para alegrarte el día. Un gato el cual un día ya no era tan juguetón, solo buscaba caricias y dormir en tu regazo. Un gato que poco a poco sus ojos fueron perdiendo el brillo porque la vejez lo fue alcanzando. Un gato que, después de casi 20 años con nosotros, simplemente se acurrucó en mis piernas, ronroneó y cerró los ojos para siempre.


-Es un simple gato… - dije con lágrimas en los ojos y voz entrecortada - …un simple gato para aquellos que no tuvieron la oportunidad de conocerle, pero para mí es un miembro más de la familia al cual le lloramos y agradecemos que nos quisiera tanto. Te extrañaremos mucho. Ahora tienes alas y podrás ir a otros lugares a seguir con tu camino.


Solo aquellas personas que han tenido la fortuna de tener un miembro yo no humano en la familia, sea la especie que sea, sabrá que para mí no era solo un simple gato.